Publicado en ABC el 12/12/2013 "Las termas más calientes para el invierno: no es Islandia, es Ourense":
No hace falta viajar lejos para disfrutar de un baño termal al aire libre. En Orense hay pozas gratuitas y spas económicos
Hay quienes ven en el nombre de Orense un reflejo del oro que supuestamente brillaba hace 2.000 años en las arenas del Miño y se imaginan a los romanos bateando junto a la Ponte Vella, un coloso de piedra de 370 metros, con un arco central de 43, cuyos fundamentos son de aquella época. Lo más probable, sin embargo, es que no hubiera tanto oro y que el único gran tesoro que atrajo e hizo asentarse aquí a los romanos fueran las fuentes termales que manaban, y aún manan, por doquier. Si algo apreciaban los romanos, casi más que el oro, era un baño caliente.
Bien conocidas y aprovechadas por los romanos fueron las fuentes de As Burgas, que manan vaporosas en el centro mismo de la población, como si hubiese un volcán debajo. Atónito se queda el viajero al descubrir, en una plaza ajardinada junto a la Rúa do Progreso, la principal de la ciudad, el humeante y borboteante manantial donde las aguas alcalinas, litínicas, fluoradas, carbonatadas, silicatadas y ligeramente radioactivas afloran a 67 grados de temperatura con un caudal de 300 litros por minuto. Y más aún, al ver la cantidad de vecinos que vienen a beber, lavarse los dientes o sumergir en ellas alguna parte de su anatomía, porque dicen que son buenas para curar las heridas y las afecciones de la piel. Lo habitual es que el forastero, confiado por lo que ve, meta la mano y se escalde. Alguno de los presentes le recordará, sin ánimo de ofender, que eso era lo que hacían aquí antiguamente las aldeanas con los pollos, escaldarlos, para poder quitarles las plumas más fácilmente.
Está la Burga de Abaixo, que mana a través de dos gruesos caños y un surtidorcillo en una fuente monumental de mediados del siglo XIX y que es donde la gente coge agua y hace sus enjuagues y lavatorios. Y está, en la misma plaza pero a mayor altura, la Burga de Arriba (988 234 202), que fue acondicionada en 2010 como baño termal (de pago), con gran piscina exterior y sauna húmeda. Ver al personal bañándose en la vía pública, porque la piscina está en mitad de la calle, a 150 metros de la Plaza Mayor, es algo que choca bastante, sobre todo en invierno; pero enseguida se advierte que es un lujo extraordinario que pocas ciudades del mundo ofrecen y menos por tan poco (3,35 euros).
Además de esto, en noviembre de 2012 se ha inaugurado en la misma zona el Centro de Interpretación de As Burgas (entrada gratuita, por la Rúa do Vilar, 8), con cinco salas expositivas, dos audiovisuales y 6.000 metros de jardines salpicados de restos arqueológicos, donde al visitante se le invita a dar un paseo por la historia termal de la ciudad, tropezándose aquí con una natatio o piscina romana, allá con un hipocausto (sistema de calefacción del suelo ideado por los romanos para las termas) y acullá con un ara votiva ofrendada a las ninfas por una tataradeuda de los actuales orensanos: Calpurnia Abana Aeboso.
As Burgas son las fuentes termales más céntricas y famosas de la ciudad, pero hay media docena más a orillas del Miño. Aguas abajo del Ponte do Milenio, se suceden durante cuatro kilómetros las pozas y termas de Chavasqueira, Muiño das Veigas, Outariz y Burgas de Canedo, además de las fuentes de Tinteiro y de Reza, todas, a excepción de esta última, en la margen derecha del río. Algunas son instalaciones privadas, spas de estilo japonés donde lógicamente hay que pagar (tampoco mucho: 4 o 5 euros), pero otras son baños públicos acondicionados como áreas recreativas de país rico, con vestuarios, cuidado césped y piscinas naturales de granito, donde uno puede pasar el día en remojo gratuitamente. Se puede ir andando o pedaleando por el paseo asfaltado que discurre por la orilla del río o tomar el tren turístico (988 510 672) que sale cada hora –cada dos, en invierno– de la Plaza Mayor. Un plano detallado de la Ruta Termal se puede ver aquí.
Las primeras termas que el paseante se encuentra, a 300 metros del puente, son las de Chavasqueira, también conocidas como Baños do Bispo, que se llaman así porque fueron acondicionadas por el obispo, inquisidor general, miembro de las Cortes de Cádiz y finalmente cardenal Pedro de Quevedo y Quintano (1736-1818) para mayor comodidad de los enfermos que peregrinaban en demanda de estas aguas ardientes, que son mano de santo, según dicen, para las afecciones reumáticas (artrosis, artritis reumatoide y artritis psoriásica), secuelas postraumáticas o quirúrgicas, la psoriasis y el acné. Hay unas pequeñas pozas de uso libre en la ribera ajardinada y hay unas termas privadas (988 214 821), construidas y decoradas en plan onsen nipón, donde por cuatro euros uno tiene derecho a 90 minutos de baños, saunas y relajación zen. Se puede tomar un té verde japonés y comer sushi (por encargo). Y se puede hacer coincidir la visita con las pulpadas que se organizan los días 7 y 17 de cada mes en el vecino Campo da Feira y darse un homenaje de octópodo y ribeiro, que también es muy relajante.
Los siguientes puntos calientes de la ruta son la fuente del Tinteiro, donde la gente hace cola con sus garrafas para coger unas aguas recomendadas para los problemas bucodentales y de cicatrización; y, a tres kilómetros ya del inicio, las pozas de Muiño das Veigas, que son cuatro, la mayor de 200 metros cuadrados, y cuyas aguas están indicadas para afecciones reumáticas, como la artrosis, y dermatológicas, como los eccemas y la dermatitis atópica. Aunque esto de las propiedades curativas es una cantinela que se repite en todos los baños termales del mundo, la verdad es que en lo último en que uno piensa al ver este pulcro enclave ribereño y el viejo molino harinero que le da nombre, primorosamente rehabilitado, es en achaques y tristezas. Los bañistas están sanos como manzanas y vienen aquí como el que va a la playa.
Muy cerca, unos 300 metros río abajo, se encuentran las termas de Outariz (988 364 650), que son del mismo estilo que las de Chavasqueira, con mucha madera, piedra zen, arce japonés y chorrito cayendo a través de cañas de bambú. Aunque más grandes, lujosas y caras: 5,15 euros. La alternativa gratuita son las pozas de Outariz y Burgas de Canedo, que se descubren poco después, junto a una vistosa pasarela peatonal blanca que cruza el río a esta altura. Es un lugar cuidadísimo, con vestuario, cafetería y hierba bien segada, que visto desde las pozas de más abajo, con el moderno puente detrás, parece una postal nórdica. Es la viva imagen de la civilización y el bienestar. Las aguas de estas pozas (ocho en total) se supone que son buenas para las afecciones reumáticas del aparato locomotor. En todo caso, aunque se tenga el aparato locomotor como nuevo, viene bien engrasarlo, con un chapuzón y una cervecita, antes de volver por la otra orilla.